"A pesar de que en sus imágenes pueda encontrar el uso de una estética de inspiración en la pintura ingenua -sin uso de la perspectiva, con una mirada en dos dimensiones- y en el cómic, Candombe fue pensado para un público adulto", explica Diego Bianchi, un talentoso artista plástico argentino que vive en Colonia del Sacramento y que, hace una década, encaró un trabajo de investigación y militancia ligado al candombe y la cultura afro en el Río de la Plata. El fruto de su trabajo es Candombe, fiebre de carnaval , un libro editado originalmente en Francia en 2004 y que ahora lanza para el mercado local Pequeño Editor, sello del cual es fundador y director ad-honorem. El libro forma parte de la colección Variables grádicas, donde se publican proyectos temáticos de Langer, Ral Veroni y Rapa Carballo, entre otros artistas co-generacionales de Bianki.
A comienzos de los 90, Bianki fundó la Comuna del Lápiz Japonés, y en 1993 lanzó una revista objeto homónima, inspirada en la Raw de Art Spiegelman, que en la página 3 del primer número develaba en forma de fellatio el misterio de la felicidad del hombrecito de la Avena Quaker.
Artista plástico, historietista e ilustrador, realizó diversas muestras individuales y colectivas en Elsi del Río (Buenos Aires, Argentina), Museo de Arte Contemporáneo (Barcelona, España) y Centro Cultural de España (Lima, Perú). Además, publica habitualmente en la revista Ñ, y en varios diarios de España.
Paralelamente, desarrolló su veta tamborera. "Empecé a salir con la familia Carabajal, mis maestros del tambor, en la comparsa Lonjas del Sacramento, hacia el año 2000. Después participé de la Agrupación Afro y desde el año pasado salgo con la agrupación lubola El caracú quemao de Colonia en Uruguay", repasa.
Sus compañeros de comparsa apoyaron con el sondo de sus tambores la inauguración de la pequeña pero muy recomendable exposición de los los originales del libro en la Galería Mar Dulce. La muestra incluye cuadros, collages, los cuadernos donde el artista tomaba notas y registraba in situ las escenas candomberas y algunas pinturas, muy interesantes, pintadas sobre lonjas de tambor.
El libro se presenta el viernes 30 en Mar Dulce, Uriarte 1490, a las 19. Y la muestra, colgada desde el 19 de junio, se puede ver hasta el sábado 31 de julio. Luego, inaugura el viernes 10 de septiembre en la galería Güear, Forida 359 (frente a la estación del ferrocarril) en Colonia del Sacramento.
Puede entenderse a Candombe, fiebre de carnaval como un canto de amor al tambor. ¿Cuál es tu primer recuerdo con ese instrumento? ¿Recordás al sonido del tambor en La Plata, tu ciudad natal?
Puede que sea una celebración, pero no solo del tambor sino también de todo el entorno que este instrumento convoca. Mi primer encuentro se da en el Uruguay, en las llamadas de Montevideo y luego en la ciudad de Colonia. En La Plata recién escuché el sonar de los tambores al pie del ex Hotel Provincial, tan solo hace unos cinco o seis años, y no podía creerlo. Conversé con esos tamborileros, que me comentaron que construían sus propios tambores y que se juntaban a tocar también detrás del Colegio Nacional. Por supuesto había entre ellos varios descendientes de uruguayos. Luego empecé a descubrir que en Buenos Aires hay muchísimas agrupaciones lubolas de candombe. Esto se puede comprobar a través de la revista Quilombo. Es impresionante todo lo que se puede encontrar acerca de la cultura Afro en Argentina.
¿En qué momento el candombe (y su cultura) se transformó en el eje temático de tu obra?
Me ocurrió al empezar a cruzar al Uruguay, a la otra orilla del "Mar dulce" (como lo llamara J. D. de Solís). Comencé a viajar mucho hacia allí y contacté con gente de la comparsa Lonjas del Sacramento fundada por la familia Carbajal de Colonia, quienes me permitieron asistir a los ensayos y dibujar mientras ellos hacían su recorrido tocando por la ciudad. Cada tanto, la comparsa se paraba a encender un fuego para volver a tensar las lonjas de los tambores, que con la humedad ambiente pierden su rigidez, y esos momentos también eran aprovechados para dibujar todo lo que iba ocurriendo mientras duraba el ensayo. De allí en adelante me involucré aun más y comencé a aprender a tocar en 1999. Una vez que logré aprender el instrumento, comencé a viajar con ellos por todo el Uruguay tocando durante el carnaval y en eventos de otras festividades. Esa experiencia me permitó compartir muchas cosas y ver todo con ojos desde adentro del asunto. Fue así como comencé a dibujar cientos de escenas alusivas, que como estudios previos, ayudaron a concretar pinturas, serigrafías y objetos. También fui rescatando en esos trayectos, elementos deshechables de la gráfica cotidiana: paquetes de yerba mate, envoltorios de caramelos, etiquetas de tabaco, sobres de azúcar, todos elementos pertenecientes al carnavalesco "mundo del consumo", que han contribuído a formar parte importante de las imágenes.
Pedro Figari y Carlos Páez Vilaro son algunos de los artistas plásticos que también investigaron y utilizaron la temática del candombe en su obra. ¿Representan algún tipo de influencia o referencia para este trabajo? ¿Tuviste otras?
A decir verdad, si bien sabía de la existencia de las pinturas de Pedro Figari no había visto nada y tampoco quería hacerlo, hasta tanto no terminara el libro, para no dejarme influenciar de ningún modo. Lo mismo me ocurrió con Páez Vilaró, de quien sabía que había tratado el tema y que tocaba en Quareim 1080, una de las comparsas más importantes de Montevideo. Quería lograr una versión propia, producto de la experiencia concreta en vivo y el complemento de algunas lecturas logradas a través de la obra de escritores que trataron no solo el tema de la cultura Afro sino también como esa cultura se fusionó desde la época de la colonia con la cultura local hasta nuestros días. También me interesaba la conexión con el carnaval, esa inversión de roles que la fiesta propone. La lecura de Pantagruel y Gargantúa de Françoise Rabelais fue una conexión fundamental en ese aspecto. También los textos de Mijail Bajtin que analizan el simbolismo expresado por Rabelais y su sincronización con la inspiración en lo popular. Por algunos aspectos formales, algunos colegas, lo han relacionado con la pintura de Cándido López, lo que para mi es un gran halago. No obstante, creo que en este trabajo la influencia más grande proviene de la literatura (sobre todo de Rabelais), la experiencia en vivo con las comparsas, y el sincretismo religioso, que fueron algunas de las piezas inspiradoras que sirvieron para animar las páginas del libro y cada verso del texto que las acompaña.
¿Te interesa sólo el sincretismo rioplatense, o te atrae también la tradición del norte del Brasil y de Cuba?
Cualquier tipo de fusión me parece enriquecedora. En el caso del sincretismo religioso entre lo afro y el catolicismo, lamentablemente no ha sido fruto ni de la casualidad ni de algún tipo de acuerdo entre las partes, sino que una cultura es avasallada y la otra trata de sobrevivir pese al avasallamiento sufrido. Pero como la cultura afro es tan fuerte (en el amplio sentido de la palabra), supo sortear de mucha maneras la presión del catolicismo. Sobre todo la manera de baile fue bastante resistida, la describían personajes influyentes de la época como una "danza lasciva". No conozco tanto lo que ocurre en Cuba o Bahía, pero es probable que el sincretismo allí existente, tenga la misma raíz y por consiguiente, coincida con lo que ha pasado aquí en el Río de La Plata.
Por Humphrey Inzillo
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